Fuimos pequeños y ahora somos
hombres pequeños. Cuando debía jugar a los bolos, las canicas o a calambre ya
hacía recados a casa de otros mayores o iba al supermercado con una lista de
cosas a comprar que leía, pagaba en ventanilla y regresaba con ellas.
Y de esta manera, me perdí la
belleza de descubrir que en la vida hay infinitas forma y modos de caminar, y a
mí me metieron en cosas de mayores desde bien pronto, y ahora -que debería
sentir los brazos cansados- descubro con la tecnología que puedo hacer nacer
alas en mí. Alas que me han venido muy bien, pues así vuelo por encima del mundo que me fue negado
y desde el aire puedo ver los atajos que, ahora sé, llevan al mismo lugar.
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