Había tanta
tristeza en su corazón. Una tristeza profunda como un pozo sin fondo. Me
acercaba a ella y tenía miedo de que me absorbiera y aún así... aún así, me
atreví a caminar a su lado. No para salvarla de nada. Nadie podía salvarla. Si
no para verla pelear con esos demonios día tras día. Para lamer juntos sus
heridas y seguir andando. No peleaba sus batallas, me quedaba sentadita,
callada en un rincón hasta que ella me llamaba. Ese era el precio de caminar
junto a ella.
Carmen Cecilia López
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