Le había
dedicado tiempo y esfuerzo personal. Desde la azada hasta el martillo, desde el
bolígrafo hasta el último libro de bolsillo habían formado parte de sus
materiales.
Estaban los que
al pasar se detenían a observar lo que estaban haciendo y, mientras tú lo mirabas
con cierta ironía y otros con simpatía, algunos ponían cara de asombro, incluso
otros con desdén o menosprecio. Pero a ninguno dejaba indiferente y no faltaban
los comentarios entre sus observadores.
Siempre viene
después el tiempo de cosecha, aunque es inevitable que en la recogida, algunos
frutos estén aun verdes y otros ya pasados. La mayoría sin embargo están
prestos para el consumo. Mientras el viento en su punto hacía por recordar los
malos tiempos, el terreno estaba ya vacío. Era el día de prueba. ¿Resultó
positivo el esfuerzo hecho? ¿Se perdió el tiempo? Al llegar la noche no tenían
aún una definición clara de lo que había ocurrido.
Y fue entonces,
al volver la vista atrás, cuando vio cómo todas las cajas que contenían el
producto, que se había puesto verde todas la vez, estaban vacías. En su
imaginación había hecho bien pintándole unas alas a aquellas cajitas. Así sin
mirar para adelante ni para atrás, cuando llegó el momento, imitando a Ícaro en
su maravilloso vuelo, habían volado a los diferentes comercios de la provincia
haciendo real aquello que parecía era imposible, pero que había conseguido.
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