No tiene dueño. Lo es de sí
mismo. Nadie le da órdenes. Él sigue su ritmo. Todo el mundo le quiere, y
también le tienen miedo. Mientras durante el año trabajamos, lo recordamos con
añoranza. Hay quienes no pueden estar cerca a de él. Hay otros que no estarían
a gusto si no lo viesen día a día. Él, impertérrito el ademán, sigue las leyes
de la naturaleza de las que forma parte y donde más de una vez ha sido elegido
gobernador de la misma.
Aquarius, palabra que tiene
que ver con el agua. Agua que forman los mares, de quienes estamos hablando.
Aquarius, de moda esta última semana. Barco a la deriva cuyo destino, aprobado
por los humanos que no sabemos si forman pate de la naturaleza o no, dentro enfocados a la muerte, siendo más una
película que se veía que una acción a desarrollar para salvarlos. Acquarius,
uno más, no el más grande ni el más pequeño. Antes y después muchos han sido y
siguen siendo, y me temo que tal, como lo vemos los que nos mojamos en los
temporales y los que no tenemos temporales, la cosa va para largo.
Esto les servirá para
reflexionar, dijeron algunos. Pero no, los que tienen el poder para solucionar
estas cosas no lo ha hecho. Del barco a un campamento pero sin futuro. Lo de
socorrer al necesitado era algo para la vida anterior. Ahora lo que se trata es
de que entre menos somos, más nos toca. Y esto sí que no es ley de la
naturaleza. Lo que se sale el sentido común no tiene que ver con lo natural, lo
bueno, lo religioso o lo político.
Negar socorro y auxilio a
personas que vienen huyendo de países pobres, es cosa de locos. Una locura.
Propio de quien no usa la cabeza para pensar ni el corazón para sentir. Propio
de gente a las que no se puede llamar personas. Porque son inmigrantes y vienen
con los bolsillos vacíos.
De fuera vienen también otros
a los que le ponemos alfombras cuando se bajan del avión, y les abrimos las
puertas de los bancos o de las tiendas de lujo a la hora que ellos estimen
oportuno. De fuera vienen otros a los que ponemos todo tipo de “alfombras”,
dígase trato de cortesía especial, de facilidades de todo tipo, de agasajos y
congratulaciones y así todo un largo etc., tan largo como podáis imaginar. Para
estos y aquellos no solamente no existe el más mínimo veto, sino que incluso
que les ofrece todas las facilidades habidas y por haber para que puedan
atracar en nuestros puertos. Son “personas”, se dice, que dejan dinero y dan un
aire especial a las ciudades que visitan. En cambio, los otros son “gente” que
crean problemas y que no generan más que gastos al lugar al que arriban.
Ya lo dijo el poeta: “Poderoso
Caballero es don Dinero”.
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