¿Mucho? No llevaba cuenta de
los días ni de los meses. Como un espejo que ama al sol cada vez que se abre la
ventana y sus rayos le poseen por completo. Así
sentía su presencia cada minuto
del día. No quería pensar que el tiempo siguiera transcurriendo tan lentamente.
Tenía miedo de desembocar en la locura.
Hacía ya mucho que lo sabía –o
quizás solamente lo intuía-. Pasó un tiempo bastante largo. ¿Meses solamente?
¿Años, tal vez? Nunca quiso contarlo. Pero sí sintió que su tarea de espera ya
estaba llegando a su fin. Pensó en lo que tantas veces le habían dicho: que
cada uno es como es, que si tú quieres algo te conviertes en ello. Completada
su tarea no lo pensó dos veces. Se
convirtió en pájaro. Quería perderse en el infinito. Y voló. Voló con el
cisne, que los dos habían cuidado tanto, dirigiéndose desde la ciudad hacia un
punto en el este donde el cielo se junta con el mar.
Al llegar al horizonte arrojó
sus recuerdos que llevaba en una bolsita para crear pequeños sitios con árboles
y una fuente donde los que tuviesen que esperar, como él, encontraran un sitio
donde descansar.
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