Primer día
Se me ocurrió ir de tapeos.
Uno de los elegidos estaba vacío. Con lo servido me fui a una ventana. Pasó una
mujer. Era de las que nunca terminan un de pasar. Miró hacia dentro y al ver mi
postura y mi mirada entró. Creo que sin pensarlo.
Segundo día
Cansado de mis mentiras y
nuestros secretos, esto suena a despedida. Me consuela saber que siempre es
mejor haber vivido y perdido que no haber vivido. ¿Qué es vivir sino perder?
Continuemos viviendo aunque sea perdiendo una y otra vez.
Cuarto día
Son las cinco de la mañana. Muy
pronto, pero salgo a caminar. Y dejo libres mis pensamientos y acuden
maravillosos viajes, mujeres del pasado y del futuro, versos que nunca escribo,
y los placeres solitarios de la montaña. Quiero ser un animal salvaje que se
mueva por instinto.
Sexto día
No quiero hacerme preguntas y
sin embargo vienen sin pensarlo. Me cuestionan por qué no escribo, que para el
caso es lo mismo que escribir tonterías.
Quinto día
Me preparo otro café. Lo voy
a echar de menos más que la carne. Me quedan solamente dos cigarros. No he
podido ni querido evitar reírme mientras meditaba. Me estoy preparando para esa
semana en el desierto, para saber de lo que soy capaz solo. Mi amigo me dice: “¿Cómo
coño vas a aprender?, tú solo sabes vivir con los demás”. No sé si me lo dice
como reproche o como elogio.
Sexto día
Lo tengo claro. Cada loco con
su tema que contra gustos no hay disputas, artefactos, bestias ni hombres
ni mujeres, como dice la canción.
Séptimo día
Me encargan un viaje de
negocios. Me han salido ojeras de tanto pensar en lo bien que lo voy a hacer.
Desorientado mi cliente, sorprendido, sin nada que decir, con las gafas rotas
porque se sentó encima de ellas, me compra todo lo que le ofrezco y me paga en
efectivo. Pero para mi sorpresa el banco no quiso ese dinero. Casi mejor.
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