Pasa el maestro de escuela
por las calles vacías. Una mano cortada la lleva sujeta con una venda. Ha
intentado este curso sembrar granitos de arena fina, algo que, no pesándoles
mucho, lo llevaran con gusto. No le gusta ver llegar a los niños a sus clases con
la mochila cargada de libros. ¿Para qué si no los va a usar todos? ¿Para qué si
no es bueno que la espalda de un crío soporte tanto peso? Mejor se queden con
el recuerdo de cuatro cosas que le duren toda la vida que unos cuantos libros
que al enseñárselos a sus hijos se reirán del mismo. Dirán
- ¿Eso… qué es?
- Un libro, hijos míos, un libro.
- ¿Un libro? ¿Y para qué
sirve?