Creció entre bombas molotov,
cuchillos eléctricos y virus desconocidos. Recuerda cómo en la escuela se
enfadaban los maestros cuando se portaba mal. Enfados que eran como golpes de
vara de hierro. Cuando para rubricar sus estudios tuvo que presentar una tesina
que enlazara con aspectos de su vida en tonos parabólicos proponía cosas tales
como “administremos el horror como se administra un hotel en playas
tropicales”, o “después de muerto llevémoslo en un ataúd a participar en una
competición de vecinos". No logró liberarse de la educación recibida. Su
subconsciente le seguía dominando.
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