Hay niños que,
sin nacer, dejan huella en este mundo sordo y loco. Los hay también que parecen
haber vivido para hacer consciente a los demás de que hay gente que lo pasa
mal. Como la de aquel niño, tendido boca abajo en la orilla del mar, que dio la
vuelta al mundo anunciando un problema que sigue sin solucionarse. Imagen que
todos tenemos en la mente y no me atrevo a reproducir en este post. Niños, unos
sin nacer y otros nacidos, que han dejado y siguen haciéndolo huella en este
mundo sordo y loco. No están solos y sin compañía, pues siguen soñando tiempos
entre los demás, tiempos que no fueron unos, tiempos que pronto se acabaron
otros. Y es más: ellos y nosotros convivimos también con nosotros mismos. Que las
olas del mar, esas que también se quedan empapando la tierra, nos los sigan
recordando.
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