lunes, 7 de mayo de 2018

Avalancha


En los acantilados rocosos del mar cantábrico fueron citados. Algunos llegaron al despuntar el día. El megáfono comenzó a llamarles a las quince horas. Del sol llovía fuego. Los hombres marchaban dormidos. Muchos ya sin botas. Cojeaban calzados de sangre. Ebrios de cansancio, no escuchaban los silbidos con que estaban siendo llamados. ¡De prisa, chicos!, se les apuraba. Cogían cascos de una larga mesa que había en sitio de rodaje. Algunos gritaban pidiendo ayuda para que le quitaran el casco que se habían puestos, más pequeños que su cabeza. Uno de ellos, indeciso, calvo, con llagas en la cabeza

Indeciso como un hombre ardiendo en llamas o cal viva, quiso hasta lanzarse al mar. Y en lugar de eso, se abalanzó sobre mí, y caídos en el agua el fuego se apagaba.

Cuando se oyen los claquidos que emite el director del rodaje: “¡Corten, película hecha¡ ¡Serie terminada”! ¿pero, cómo? ¿no era un casting?. El casting fue hecho al llamarles. Es el último capítulo de una serie llamada “Avalancha”, donde los protagonistas pierden su círculo dorado en medio de la multitud, que siempre es el protagonista de una película que narre la realidad.




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