Desde su propia reflexión
personal valuaba sus primeros pasos en el mundo de la pintura como el desarrollo de un mundo interior y
exterior en todo lo que hacía. Se creía mejor que el anterior expositor. No
solo lo pensaba, sino que lo decía.
Y ese era el problema. Mal
está la falsa humildad, peor aún la arrogancia que, en su caso, ni siquiera era
motivada.
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