Discutían sobre cómo
reaccionar ante heridas y conflictos con terceras personas: que si comportarse
como el otro ha hecho; que si hacerle una buena faena, que si darle un
esquinazo o ponerle un traspiés. Fue entonces cuando Daniel, recién llegado de
su actividad como voluntario en Bolivia, comentó:
-Son situaciones que con
frecuencia se ven entre indígenas y colonizadores en Bolivia. Y me ha gustado
su forma de proceder. Si alguien les hiere, se apartan de él, pero no lo
aborrecen. Cuando ven comportamientos mezquinos hacia sus pueblos esquivan las
zancadillas que les ponen, pero no adoptan la misma postura. Piensan que los
rencores no arreglan nada. Y que tenemos que aprender de los rosales. Crecen
lindos y bonitos, a pesar de las espinas, y no perdemos tiempo quitándolas.
Hasta más feos quedarían. Allá -continuó Daniel- tienen un dicho que unos y
otros repiten, el de “hemos de aprender a caminar por igual tanto por el
terreno firme como por el barro. De hecho, nos guste o no, nos vamos a
encontrar con los dos”.
El grupo quedó en silencio y
en poco tiempo uno de ellos dijo en voz alta: “¡Vaya con los indios!, ¡cómo
para llamarles incultos! ¡Bonita lección!”.