lunes, 31 de julio de 2017

Bonita lección

Discutían sobre cómo reaccionar ante heridas y conflictos con terceras personas: que si comportarse como el otro ha hecho; que si hacerle una buena faena, que si darle un esquinazo o ponerle un traspiés. Fue entonces cuando Daniel, recién llegado de su actividad como voluntario en Bolivia, comentó:

-Son situaciones que con frecuencia se ven entre indígenas y colonizadores en Bolivia. Y me ha gustado su forma de proceder. Si alguien les hiere, se apartan de él, pero no lo aborrecen. Cuando ven comportamientos mezquinos hacia sus pueblos esquivan las zancadillas que les ponen, pero no adoptan la misma postura. Piensan que los rencores no arreglan nada. Y que tenemos que aprender de los rosales. Crecen lindos y bonitos, a pesar de las espinas, y no perdemos tiempo quitándolas. Hasta más feos quedarían. Allá -continuó Daniel- tienen un dicho que unos y otros repiten, el de “hemos de aprender a caminar por igual tanto por el terreno firme como por el barro. De hecho, nos guste o no, nos vamos a encontrar con los dos”.


El grupo quedó en silencio y en poco tiempo uno de ellos dijo en voz alta: “¡Vaya con los indios!, ¡cómo para llamarles incultos! ¡Bonita lección!”.


domingo, 30 de julio de 2017

Verde bosque, verde mar

Son muchos los que en su casa grande se han cobijado. Y muchos también los importantes secretos allí se han contado. A la orilla del bosque llega también el mar. Y también aquel ha crecido un poco sin quitarle sitio a éste. Pero ambos han sabido respetar, aunque, en alguna ocasión, alguno de ellos se haya pasado.

Y el mar, que para el amor no tenía más fuerza que la que tiene un niño, teniendo ganas de visitar a su amigo, el bosque, en su casa se ha quedado. No le preguntes, pues: ¿Te gustaría, mar, montarte en bicicleta y darte un largo paseo por las ramblas, ayudar a un arbolito verde y tumbarte en la playa a tomar el sol?


Ni lejos ni cerca percibimos en el mar conversaciones de bosques ni en estos comentarios del mar. Uno y otro, cada noche se miran, aunque sea con la agilidad con que van y vienen las olas del mar. Desde niño, mar, quiero siempre sentirte dentro, pero no que me sepas a desconsuelo y nostalgias desesperanzadas. Porque yo he sido marinero en tierra y cuando abría la puerta, el mar, con toda confianza, entraba en la alcoba. Ahora súbete a la azotea y salta nuevamente al cogollo de los árboles donde empieza el bosque que trae de nuevo el horizonte hacia nosotros, para que siga siendo un horizonte cercano, como éste que ya tenemos.


sábado, 29 de julio de 2017

Estadísticas

Dicen los que mandan que se ha acabado la crisis. Dicen que el ritmo de crecimiento de nuestra economía es el mayor de Europa, que se crea empleo a un ritmo vertiginoso y que en un año se han creado más de medio millón de empleos. Sinceramente me alegro. Pero ¿por qué no noto ese optimismo entre la gente con la que me trato, los mismos que perdieron su empleo y que han visto reducido drásticamente su nivel de vida y sus expectativas de futuro? Los que han vuelto a encontrar trabajo –muy pocos- ni por asomo ingresan cada mes un sueldo parecido al que cobraban en el pasado.

¿Qué ha pasado entonces para que las cifras macroeconómicas vayan viento en popa y el nivel de vida medio de la gente no sea ni parecido al de antes de la crisis?

El secreto está, como siempre, en la ciencia estadística, según la cual, si tú te comes dos pollos y yo ninguno, la media dice que cada uno se ha comido un pollo (y todos tan felices).


El problema es que yo –que sigo teniendo hambre- quiero saber quién se ha comido mi pollo.