Cuando todo
había evolucionado para mejorar, un color gris plomizo anidaba aún en la tierra.
De pequeños los cuatro estábamos unidos. El problema y alegría de uno era
también de los demás. Nos hicimos mayores y bastó que uno asumiera el papel de
lejano para que todos nos sintiéramos así.
Hoy ya con las
sienes plateadas a todos se nos nota el deseo de vivir la etapa de muchachos en
que compartíamos cosas y hablábamos. La ley natural de que todo evoluciona para
mejorar la especie, aquí no ha funcionado.
Lejos quedó
nuestra blanca juventud. Ya hemos llegado al otoño de nuestras vidas. Es ahora
que podemos asumir aquello del poeta: “Hemos andado muchos caminos; hemos
abierto muchas veredas; hemos navegado en cien mares y atracado en cien
riberas”
Es hora de que,
sin prisas, nos contemos hasta donde hemos llegado y los sueños que hemos
alcanzado. ¿Cuándo será el momento? Hace poco uno de los cuatro ha estado seis
días en la UCI del Hospital. Según nos cuentan más para allá que para acá. Al
despertar de nuevo encargó a su hija nos avisara a los otros tres. La enfermedad,
los achaques de la edad, nos ha vuelto a reunir, a vernos, a hablar entre
ellos, a llamarnos por teléfono. Ninguno ha sacado ropa sucia ni ha hablado del
pasado. Hacemos bien: estamos a gusto viviendo el presente. Ello nos ayudará,
sin duda, a un futuro mejor que el pasado.
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