No he nacido
mujer. Lo he ido siendo poco a poco. En el colegio no entendía muchas cosas:
los chicos podían ir con pantalones cortos, las chicas no podíamos hacerlo con
minifalda. Conseguir un trabajo me hizo pensar que ya todo iba a ser más fácil.
Pronto me di cuenta que no podía serlo a gusto mientras no hubiese igualdad
económica. No me bastaba la igualdad social, si luego iba a ganar menos que los
masculinos. Cuando comencé a salir con un chico pronto lo dejé, pues casi desde
el principio me di cuenta que yo podía ser objeto de su placer, pero a él no le
gustaba ser instrumento del mío. La iniciativa en ello siempre había de ser
suya. ¿Por qué no podía salir de mí? Yo sentía que tenía que ser algo recíproco
y que la complicidad debía ser mutua. Él, sin embargo, quería ser siempre el
protagonista. Veía cómo, a nivel social los hombres se agrupan fácilmente y a
las mujeres nos cuesta más porque ver mujeres reunidas es objeto casi siempre
de crítica feroz. Y todavía me queda por probar la convivencia en casa. Me
pregunto a quién le tocará limpiar los pisos, lavar la ropa, etc.
O sea, que tengo
35 años y todavía ando buscando la igualdad que ya pregonan como un hecho. Pero
hay aquí un mito que no tiene comienzo ni fin. Digamos que en la carne del
mundo se sembraron los mitos y en esa misma carne han de florecer. Estamos
esperando aun un viento fuerte que arrastre con todo lo desigual que nos
envenena. Por eso lo dicho al principio de mis palabras: No he nacido mujer. Lo
he ido siendo poco a poco. Y lo que me queda, porque…”.
Así comenzó su
ponencia la profesora de filosofía en la empresa, con un modelo de economía
social, en el que trabaja trabajo en la actualidad. Mejor que cada uno siga
diciendo y ponga el final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario