domingo, 30 de julio de 2017

Verde bosque, verde mar

Son muchos los que en su casa grande se han cobijado. Y muchos también los importantes secretos allí se han contado. A la orilla del bosque llega también el mar. Y también aquel ha crecido un poco sin quitarle sitio a éste. Pero ambos han sabido respetar, aunque, en alguna ocasión, alguno de ellos se haya pasado.

Y el mar, que para el amor no tenía más fuerza que la que tiene un niño, teniendo ganas de visitar a su amigo, el bosque, en su casa se ha quedado. No le preguntes, pues: ¿Te gustaría, mar, montarte en bicicleta y darte un largo paseo por las ramblas, ayudar a un arbolito verde y tumbarte en la playa a tomar el sol?


Ni lejos ni cerca percibimos en el mar conversaciones de bosques ni en estos comentarios del mar. Uno y otro, cada noche se miran, aunque sea con la agilidad con que van y vienen las olas del mar. Desde niño, mar, quiero siempre sentirte dentro, pero no que me sepas a desconsuelo y nostalgias desesperanzadas. Porque yo he sido marinero en tierra y cuando abría la puerta, el mar, con toda confianza, entraba en la alcoba. Ahora súbete a la azotea y salta nuevamente al cogollo de los árboles donde empieza el bosque que trae de nuevo el horizonte hacia nosotros, para que siga siendo un horizonte cercano, como éste que ya tenemos.


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