La quisieron
hacer desaparecer y al final no hubo más remedio que matarla. Matar es malo,
pero lo peor -tuvieron la cara de pensarlo- es que nos descubran matando.
Tan inteligentes
como eran… y todos nos hemos dado cuenta que ya casi solo les falta poner la
hora del entierro. Y lo han hecho como buena pareja: el Brexit y el Trump. Así
dicho suena a matrimonio gay. Y que suene así, porque ya es un orgullo que
ellos no se hayan podido reprimir y expresar sus sentimientos desglobalizadores
y afronterizos.
Brexit estuvo
más decidido desde el principio, y Trump hay días que parece enrabietarse
consigo mismo, aunque cada día no dejan de mostrar algún que otro movimiento de
caderas excitante. “Estaremos los dos solitos,” parecen cantar. Ni comercio, ni
emigración ni inversión internacional nos quitarán el sueño y las horas de
relax.
El capital y el
trabajo se quedarán en casa, y así tendremos menos tarea y más tiempo para el
placer. Igual se escapan de nuestras garras un 1,75 pero ya la crisis nos
acostumbró a acostarnos con ese problemilla que nunca impidió que dejáramos la
pasión a un lado.
Sí, todavía
otros intentarán seguir viviendo como nosotros pues conservan restos del paraguas
globalizador que alguna vez les libra de la tormenta de agua.
Cuenta Brexit
que cuando su primer novio, Lehman Brothers 2008, se marchó de la casa con lo
puesto, ese, para su desgracia, fue el primer paso que nos llevó a lo que
andábamos buscando. Hoy ya las cosas comienzan a estar diferentes y nosotros
podemos seguir guardando en nuestra caja fuerte a base del estancamiento
secular que provocamos en los demás. Algunos dicen que la pobreza ha
empobrecido y la riqueza ha enriquecido. Digan lo que digan nosotros dos nos
encontramos bien y no tenemos por qué preocuparnos. La historia se ocupará en
hablar seguro de nosotros.
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