Es como un
avatar de la vida: hay momentos más difíciles que en otros en la historia de los
pueblos. Lo peor es que solo nos enteramos de aquellas situaciones que nos
afectan a nosotros y a nuestro entorno
más cercano.
Siempre hay un país
-desgraciadamente varios- donde hasta el acero se vuelve frágil y el hierro
pierde forja; donde parece que nada ni nadie importe. ¿Qué es nuestra crisis al
lado del país más joven del mundo como
es Sudán del sur, nacido hace 6 años, hoy en guerra civil y con 2,2 millones de
niños sin escuela?
Si hay españoles
o europeos sufriendo en dichos lugares habría por lo menos una espina que nos
duele y el país dejaría de ser invisible.
¿Por qué llegó a nosotros con fuerza la epidemia del évola? Porque
afectó a un grupo de españoles. Mucho
antes ya la sufrían miles de personas y nosotros sin enterarnos. Solemos
preocuparnos de aquella espina que evitamos frecuentar. Al menos tomar
conciencia en algunos momentos que en
todos los sitios hay espinas y de algún lugar son más afiladas.
Que al menos,
allí, aquí, sintamos como la llama de la esperanza sigue palpitando porque
siempre hay gente queriendo que luzca esa candela y poner luz y orden.
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