jueves, 20 de julio de 2017

Ya no


Toda mi vida he sido un adicto a las tertulias radiofónicas. Y no de una emisora, de varias. Siempre me ha gustado contrastar opiniones, picar de aquí y de allá y extraer mis propias conclusiones. Puede sonar a tópico, pero es la verdad. Por supuesto, congeniaba con unos tertulianos más que con otros y tenía mis días preferidos, que eran aquellos en los que coincidían los que me parecían más ingeniosos o más agudos en sus afirmaciones.

Cuando el género se trasladó a la televisión lo acepté de buen grado, aunque tuve la sensación de que algo se empezaba a perder por el camino. Me pareció que se ganaba en teatralidad lo que se perdía en profundidad, pero pensé que eran prejuicios míos, que siempre he visto en la radio una mayor proximidad al receptor del mensaje que a la televisión.

Pero ya no. Se me ha acabado la paciencia de ver tertulias televisivas convertidas en shows, siempre por los mismos payasos que, disfrazados de periodistas, repiten infinitamente los mismos argumentos falaces, al servicio de intereses tan evidentes como concretos, y cuya técnica de debate es interrumpir la argumentación ajena, vía aumento de decibelios en el tono de voz. Es lo que tiene la demagogia, que primero sorprende, pero después aburre de tan reiterativa que se hace al oído.

Me niego a ser un número que aumente el share de la audiencia de un programa que se base en el escándalo entre tertulianos, en lugar de en la capacidad de diálogo de los mismos. Me queda el poder que me da el mando a distancia de mi televisor, mi capacidad para no dejarme caer en la atracción morbosa por ver si llegan a unas manos a las que nunca van a llegar (ni lo deseo).

De lo que sí tengo que asegurarme, de ahora en adelante, es que no me falten nunca pilas.



1 comentario:

  1. "Es que si la enciendo salen..."...pero al menos que no salgan en mi salón!

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