Era una noticia importante
para ella y los que son como ella. No para los parlamentarios, que rechazaron
la propuesta de sueldo que se hacía, ni para los periodistas que llenaban el
Congreso que ni siquiera en letra pequeña hicieron un hueco para divulgar la
noticia y que el pueblo supiera quien es importante. Muchos dirán: Total, ¡son
gente sin estudios! ¡muchas de ellas no saben manejar un ordenador, y cosas
similares que piensan, aunque no lo digan.
Pero si llegas al parlamento
y los sillones están llenos de polvo, o aquel día tienen una mancha de tinta, o la escalera donde se
sienta el periodista de turno llena de tierra, ¿qué es lo que dirían?
Al fin de cuentas ¿quién es
más importante: el que se sienta en el sillón parlamentario y levanta la mano
para aprobar esto y rechazar aquello o la persona que quita el polvo y deja el
entorno limpio para que esté cómodo trabajando? ¿Qué sería del despacho de unos
ilustres abogados si antes de llegar ellos a atender a la gente no hubiere
estado el personal de limpieza haciendo su trabajo?
Seguía pues sin entender qué
dificultad puede haber en mejorar la situación laboral de las 200.000 camareras
de pisos que existen en España, y, entre otras cosas para no poner los medios
necesarios para que el trabajo que realizan no sea tan estresante. Y así, como
empezó, terminó el día devanándose los sesos pensando qué puede justificar que
no se sientan valoradas dado que su trabajo consiste en limpiar lo que otros
ensucian. O sea, se valora a los que no limpian y se les sube al trono. Habrá,
pues, que tener los pies en la cabeza para que los pasos que demos no sean
ciegos.
Y cuando lo limpio sea
valorado nos ofreceremos para hacer una limpieza general y tirar todo lo que
les pueda estorbar para un mejor trabajo.
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