Apareció en medio de los que
por allí andamos con su lozanía y talante sereno, como siempre. pero algo nuevo
estaba experimentando pues en el fulgor de su mirada se notaba el resplandor
creciente de la aurora. No era tampoco esa luz apoteósica que busca grandezas y
superioridades. A ella se le notaba que seguía viviendo en la realidad que
también nos trae malezas y tristezas.
Y en nuestra conciencia de
vivir algo diferente nos enseña un ojo nuevo con el que había salido esta
mañana del hospital, alegre, contenta y feliz.
Son unos “ojos nuevos”. Uno
solo, decía ella. Dos le comentábamos nosotros. Las personas no somos
apartamentos separados en un bloque de viviendas. Las partes de nuestro cuerpo
se complementan de tal forma que uno se alegra y se alegran los demás, uno
sufre y sufren los otros.
Será por eso, nos comenta
ella, que, desde este mediodía estoy experimentando sensaciones diferentes. Es
como si me diera cuenta que a muchas mujeres nos han mutilado para que veamos
las cosas como las ven otros.
Aunque lo sabía, estoy
viviendo hoy con más intensidad, que nos han ofendido cuando nos han impuesto
roles de “hombres” y “mujeres”. Y que, consciente o inconscientemente, hemos
caminado por la vida como “ciegas”.
Tengo unos ojos nuevos, sí. Y
esos ojos nuevos me van a servir para ayudar a que otras mujeres también
revisen la vista que solo oscuridades traen a su visión.
Mis ojos nuevos serán los nuevos rebeldes que colaborarán, junto a otros, en recrear una nueva mirada sobre lo que nos rodea.
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