No es necesario ser grande y
tener mucho poder. No se precisa ser acaudalado para presionar sobre la
realidad. Tampoco hacen falta muchos estudios ni una gran capacitación. Ahí
tenemos como ejemplo a las pulgas. Una sola de ellas se multiplica enseguida y pone
en jaque a los que transitan donde ella está. Con su pequeñez es capaz de
atormentarnos a todos. ¿Podríamos hacerlo a la inversa? ¿Con mi pequeñez – o la
tuya que me lees- podríamos al menos dar alegría a quien esté a nuestro lado?
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